domingo, 5 de agosto de 2007

Dientes de león


Un camino que lleva a su casa. El viejo automóvil azul iba y venía haciendo ruido y siempre pensamos que era él dirigiéndose a la cuesta. Joven, no muy alto, con su cabello negro y ojos cafés.

Dijeron que estaba enamorado de Marisol, la menor (la más bonita) de las dos hermanas que vivían cerca de ahí, un poco más al oeste y que a veces se veían en las vías caminando, él le regalaba ramos de margaritas.

Siempre que pasaba el tren de carga a las 12 por fuera de su casa, ya fuera de día o de noche, en dirección al sur, yo me acercaba a las vías para tal vez poder verlo, pero nunca pasó.

Su vida fue un poco olvidada, bueno, siempre es así con la gente que vive en esos lugares, y finalmente terminan solo siendo historias.

Pero una vez dentro de él hubieron sentimientos. Su vida fue haciéndose de muchas partes de momentos que ahora nadie conoce, que se esparcieron por los campos como un diente de león con el viento: él cabalgó a lo largo de la carretera para llegar a este lugar cuando era niño. Y una vez sentado en el pasto largo del campo, observando las nubes mientras pasaba un pequeño río cerca de él se sintió inmensamente feliz.

También pensó que los bosques eran alucinantes.

Y cuando Marisol tuvo que irse pasaron muchos días en los cuales salía a pasear muy triste.

Le decían Kiko y nunca fue más que un recuerdo, porque nunca supimos si estaba allí todavía. De hecho, nunca supimos realmente si aún estaba vivo.

1 comentario:

SugarCube dijo...

esos finales de no saber si lo vivido fue real o no me deja un sabor fuerte a garcía márquez, y me encanta eso.

sincerando:
valpo o santiago.. no hay campo.
puedes?
yo te quiero más porque eres de allá,
y no te querré menos, pero me hago la idea de una pena de malezas.

un combo,
te odio.